Tablas de Piedra

CAPITULO 5


Los Diez Mandamientos Fueron Dados
Sólo a la Nación de Israel

 Las Escrituras del Antiguo Testamento siempre declaran que el pacto escrito en las Tablas de Piedra fue establecido solamente con Israel, en el Monte Sinaí.  Esta verdad la vimos en el capítulo uno. Allí vimos el uso, por primera vez en la Biblia, de las palabras "Diez Mandamientos".  Dicho texto declara que los Diez Mandamientos, como documento de pacto, fueron dados sólo a la nación de Israel:

"Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho alianza contigo y con Israel.  Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos" (Exodo 34:27-28).

 Cuando Moisés le refrescó la memoria a Israel sobre su relación contractual (bajo pacto) con Dios, dijo específicamente que el pacto (Diez Mandamientos) fue dado en el Monte Horeb.  Esto queda claro en el siguiente texto:

"Jehová nuestro Dios hizo pacto [recuerde que dicho pacto son los diez mandamientos o tablas de piedra] con nosotros en Horeb.  No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos" (Deuteronomio 5:2-3).

 Moisés insiste en que el pacto "no fue hecho con nuestros padres", refiriéndose así a los patriarcas, sino con el pueblo que salió de Egipto(11).  Entonces, procede a repetir las palabras del pacto (Diez Mandamientos) que estaban escritas en las Tablas de Piedra.

 Los profetas anticipaban la llegada de un Nuevo Pacto y hablaban del mismo con gran expectación.  Siempre que contrastaban el Antiguo Pacto con el Nuevo, declaraban cuándo y con quién había sido hecho el Antiguo.  Note esto en el pasaje clásico de Jeremías 31:31-32:

 "He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel; y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto..."

 Note las siguientes cosas claramente presentadas en este pasaje:

 1.  Habría de existir un Nuevo Pacto: "haré nuevo pacto."

 2.  Este Nuevo Pacto sería distinto al Antiguo en su naturaleza: "no como el pacto que hice con la casa de Israel."

 3.  El Antiguo Pacto, a ser reemplazado, fue establecido en el Sinaí, sólo con Israel: "...que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto."

 ¿Cómo será posible leer estas palabras de Jeremías y aún decir que "Dios realmente no estaba prometiendo establecer un pacto nuevo, distinto, con Israel, sino una nueva administración del mismo pacto bajo el cual estaban?  Nos parece que tales palabras literalmente contradicen lo que Jeremías dijo.  Cuando el resto de la Biblia habla de este tema mencionado por Jeremías, siempre dice lo mismo que él.  El siguiente texto en I Reyes parece esforzarse, aun desmedidamente, en afirmar estos hechos que aquí declaramos:

"En el arca ninguna cosa había sino las dos tablas de piedra que allí había puesto Moisés en Horeb, donde Jehová hizo pacto con los hijos de Israel, cuando salieron de la tierra de Egipto" (I Reyes 8:9).

 Las frases, "Tablas de Piedra", "Moisés en Horeb", "hizo un pacto", e "hijos de Israel", que aparecen en este texto, son los mismos ingredientes claves que siempre hemos hallado vinculados a los Diez Mandamientos.  Note el uso de la palabra "cuando" (donde) en este texto.  Podríamos poner un punto final después de "hijos de Israel", y no se perdería el sentido del argumento.  La última frase de la oración: "cuando salieron de la tierra de Egipto", es casi redundante. Tal parece que el Espíritu Santo quería impresionar este hecho en nuestras mentes.

Las Escrituras del Nuevo Testamento siempre
vinculan el Antiguo Pacto con Israel.

 Hebreos 8:6-9 es la interpretación apostólica de Jeremías 31:
31-32.  El autor claramente dice
: (1) cuándo se hizo el Antiguo Pacto; (2) con quién se hizo, y (3) el hecho de que el Nuevo Pacto sería distinto al Antiguo.  El texto es bastante claro:

"...mirad que vienen días, dice el Señor, en que concertaré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto; no como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de Egipto..." (Hebreos 8:8-9).

 No es posible hacer de este texto una promesa de una nueva administración del mismo pacto; tampoco es posible vincular, de manera alguna, este pacto con Adán en el huerto. Ni las palabras proféticas de Jeremías 31:33, ni la interpretación apostólica permitirán tal cosa.  La gran diferencia entre la nación de Israel y los gentiles se muestra en el contraste entre "tener la ley" como pacto y el evangelio como promesa, y el "no tener ley", pacto, ni promesa (Efesios 2:11-21).

 El siguiente texto es clave en este particular:

 "Porque cuando los gentiles, que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, los cuales muestran la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia..." (Romanos 2:14).

 En primer lugar, la palabra "ley" en este texto se refiere claramente a las Tablas de Piedra, y no a un mero "sentido de moralidad", ya que esto lo posee todo hombre en virtud de ser portador de la imagen de Dios desde la creación.

 Pablo habla aquí de una ley no conocida por todo hombre.  Si todo hombre tuviera esta "ley" mencionada por Pablo, su argumento no tendría sentido... su declaración sería contradictoria.  El propósito de Pablo es: mostrar que los judíos tienen más culpa que los gentiles. Su evidencia se basa en que los gentiles "sin ley" viven más rectamente que los judíos "con ley".  Sólo los judíos tienen ese don especial de la ley... ley escrita en las Tablas de Piedra como pacto.

 Romanos 2:14 tampoco habla de una supuesta "ley ceremonial". Sea lo que sea la ley en este pasaje, es una que convence a la conciencia de pecado; y la conciencia, por su misma naturaleza, y aparte de revelación especial, no puede convencer a los hombres de su desobediencia a las leyes "ceremoniales".  Una de las muchas pruebas de que el sábado no es "ley moral", es el hecho de que nunca hemos visto un caso en que alguien, por medio de la naturaleza, conozca la ley del sábado.  Esa ley tiene que ser enseñada por revelación especial, tal como ocurrió con Israel en el Sinaí.(12)  Los gentiles sabían, por intuición, que el adulterio era malo; por el contrario, nunca supieron de ese modo que había que santificar el séptimo día.

 La mayoría de las personas yerran al citar este texto.  Pablo no dice que "la ley" está escrita en el corazón del gentil.  Lo que sí dice es que hay cierta conducta que da fe de que en todo hombre existe la convicción del bien y del mal, mostrando así que la conciencia está viva y saludable, aún en los gentiles; de hecho, más en ellos que en los judíos.  Tal poder de la conciencia "muestra la obra de la ley en sus corazones", acusando o excusando, según las normas provistas.  Condena toda violación de las normas conocidas y galardona la obediencia y lo bueno.  Todo hombre tiene conciencia y experimenta convicción, en grado menor o mayor, cuando ha hecho lo malo.

 Los gentiles no tenían la "ley", pero sí tenían la "obra de la ley" en sus corazones.  La ley sólo puede "obrar" arrepentimiento verdadero, conducente a la fe, si hay (1) un pacto con términos claros, y la persona (2) tiene conocimiento de los mismos.  Cuando Dios dio la ley a Israel como pacto, iluminó sus mentes y agudizó sus conciencias.  Colocó la conciencia bajo el Antiguo Pacto y su amenaza de juicio.  Esto obró muerte dolorosa a toda esperanza de vida eterna en aquellos, que de veras experimentaron el fin para el cual se dio la ley, a saber: "convicción genuina de pecado".  Esta misma ley "cegó" al resto de los judíos, dejándolos en peor estado espiritual que los gentiles.

 Repetimos: matar las esperanzas de Israel en sus propias obras fue una obra de la gracia de Dios.  Ahora bien, para lograrlo, se requirió un pacto puramente legal con el poder de dar vida o muerte.  No había ni siquiera una onza de gracia en las Tablas de la Ley; ¡aunque ciertamente fue por su gracia que Dios le dio a Israel un pacto que preparara sus corazones para recibir la gracia!

 Aunque el lector esté de acuerdo o no con lo que acabamos de decir, una cosa es segura: no podemos cambiar un texto, que tan enfáticamente indica que Israel tenía una ley específica que los gentiles no tenían, para que diga que "todo hombre tiene la misma ley".  Esto destruiría el texto.  Aquí Pablo sólo puede referirse a las Tablas de Piedra como pacto.

 Nos asombra, y aun entretiene, ver cómo personas titubean entre posiciones cuando no logran acomodar ciertos textos bíblicos a su sistema teológico.  Estos son los que "quieren tener su pastel y comérselo también".  Si su tema es la "ley moral inalterable", insistirán en que "esa ley moral (Diez Mandamientos) está escrita en los corazones".  No obstante, si su tema es el canon de conducta para el cristiano de hoy, insistirán que, en la regeneración, la "ley moral" (Diez Mandamientos) es escrita en el corazón por el Espíritu Santo.  En ambos casos, hablan de la misma ley que, según las Escrituras, fue dada en Tablas de Piedra solamente a la nación de Israel en el Sinaí.

 Al juntar todo esto, algo parece estar fuera de foco.

(1) Si el primer punto es cierto, y la misma ley que fue dada a Israel en el Sinaí (los Diez Mandamientos) realmente está escrita en el corazón del hombre, sería imposible decir que los gentiles están "sin ley". No pueden estar "sin" la ley que está escrita "en" ellos.

(2) Si el segundo punto, que afirma que la ley escrita en el corazón de los impíos -la que fue dada a Israel en el Sinaí- es también aquella ley escrita en el corazón del creyente en la regeneración, surge una contradicción: ¿Por qué escribir en el corazón algo que ya está allí?

(3) Y si es cierto que el Espíritu Santo escribe los Diez Mandamientos en el corazón del creyente, ¿por qué hay que predicarle al cristiano dichos mandamientos?

 Es necesario distinguir entre los Diez Mandamientos, como términos de un pacto legal, y los deberes que cada mandamiento individual requiere.  Si así lo hacemos, desaparecerá mucha de la confusión, y algunos de esos pasajes difíciles de las Escrituras se esclarecerán. Ilustraremos esto con un pasaje de Escritura.  Éste, dentro de su contexto, es fundamental para un entendimiento correcto del cambio ocurrido en los pactos:

 "Pero ahora ha obtenido un ministerio tanto mejor, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.  Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, no se hubiera procurado lugar para el segundo.  Porque reprendiéndolos dice: Mirad que vienen días, dice el Señor, en que concertaré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto; no como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos no permanecieron en mi pacto, y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.  Porque éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: pondré mis leyes en la mente de ellos, y las escribiré sobre su corazón; y seré a ellos por Dios y ellos me serán a mí por pueblo; y ninguno enseñará más a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos.  Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.  Al decir: Nuevo Pacto, ha dado por anticuado al primero; y lo que se da por 
anticuado y se envejece, está próximo a desaparecer
"
(Hebreos 8:6-13).

 Ya hemos señalado tres contrastes claros en el verso seis. Vimos lo siguiente: (1) Cristo tiene un mejor ministerio que el de Aarón, porque (2) descansa sobre un nuevo y mejor pacto; (3) el pacto administrado por Cristo es superior al pacto bajo el cual ministraba Aarón porque descansa sobre mejores promesas.

 Hebreos 8:7-9 resuelve cualquier discusión sobre cuándo (en Sinaí) y con quién (sólo con Israel) fue hecho el pacto.  Hebreos 8:11 muestra que toda persona, sin excepción, dentro de la comunidad del Nuevo Pacto, o la Iglesia, "conoce al Señor".  En otras palabras, el texto comprueba que la membresía total de la Iglesia, nacida bajo el Nuevo Pacto, es regenerada.  Veamos el verso diez:

"Este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: pondré mis leyes en la mente de ellos y las escribiré sobre su corazón, y seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo" (Hebreos 8:10).

 Este texto enfatiza varias cosas muy importantes.  Primero: Dios promete establecer un Nuevo Pacto y ese pacto será con la "casa de Israel".  No divagaremos del tema excepto para señalar que la "casa de Israel", en Hebreos 8:10, debe ser la Iglesia.  El escritor habla, no del futuro, sino del presente.  Este pacto prometido no puede ser mudado hacia un milenio futuro.  Hebreos nos habla aquí del ministerio sacerdotal de Cristo en la Iglesia.  Sin embargo, ése no es el tema principal de este libro.

 El segundo tema importante en el texto es la promesa de Dios de poner sus leyes en las mentes, y escribirlas en los corazones de su pueblo del Nuevo Pacto.  Ahora, hagamos una pregunta importante: ¿Cuál es la diferencia, si alguna, entre "pacto" y "leyes" según expresado en este texto?  ¿Qué es, exactamente, lo que, en este texto, Dios promete hacer?  ¿Qué es ese "Nuevo Pacto" que está formando, y qué "leyes" son las que va a escribir en el corazón?

 Notemos cuidadosamente que Dios no dijo:  "Después de aquellos días daré una nueva administración del mismo pacto que di a Israel". Así es como algunos teólogos leen este pasaje.  Tampoco nos dice el texto: "Haré un Nuevo Pacto que destruya los Diez Mandamientos y permita al creyente hacer todo lo que le plazca." Así es como algunos liberales leen este pasaje.  No, este texto, y su contexto, nos hablan tanto de un pacto nuevo, mejor que el antiguo, -dado en el Sinaí- así como la experiencia nueva de una ley escrita en el corazón por el Espíritu morador.

 Respuestas claras a las dos preguntas formuladas descansan en un entendimiento de las tres comparaciones establecidas en el verso seis.  ¿Por qué fracasó el Pacto Antiguo, precisando así su reemplazo por uno nuevo y mejor?  Porque no podía lograr la obediencia a sus requerimientos.  No podía escribir en el corazón el deseo de hacer las cosas requeridas en las Tablas del Pacto.  Podía escribir en piedra, pero no en la carne (2 Corintios 3).  Por naturaleza, todo hombre aborrece la autoridad de Dios (Romanos 8:7); ni aun la poderosa ley de Dios puede transformar tal rebelión en un deseo sincero de obedecer.  El Antiguo Pacto no podía traer pecadores ante la presencia de Dios porque no podía cambiar sus corazones.  No podía conquistar al pecado en la carne, ni limpiar la conciencia de su culpa de pecado.

 ¡Escúcheme muy atentamente!  La gloria mayor del Nuevo Pacto no estriba en que las normas o leyes hayan sido reducidas o eliminadas, ni en que los deberes morales requeridos en las Tablas de Piedra dejaron de ser obligatorios para el cristiano.  ¡No, no!  Eso es perder de vista el punto principal.  La gloria mayor del Nuevo Pacto descansa en que no se requiere obediencia alguna como condición para la salvación, por la sencilla razón de que los términos de las Tablas del Pacto han sido final y totalmente cumplidos en la Persona y obra de nuestro Fiador, el Señor Jesucristo.  La gloria del Nuevo Pacto descansa en las palabras: CONSUMADO ES.  Pablo declara esta gloria del Nuevo Pacto en el pasaje clásico de Romanos 4:5, que dice:

"...mas al que no obra, sino que cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia."

 Este es el "descanso" al cual entran las almas cansadas que toman el yugo de Cristo, siendo libradas del yugo del pacto mosaico, sinaítico. No dudamos que Cristo haya tenido en mente este contraste cuando pronunció aquella invitación evangélica de Mateo 11, que dice:

 "Venid a todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar.  Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es cómodo, y mi carga ligera" (Mateo 11:28-30).

 Todo lo declarado en este pasaje contrasta con Moisés y el Antiguo Pacto.  El yugo del pacto, escrito en Tablas de Piedra, era una carga imposible de llevar.  En cambio, es un privilegio y gozo llevar el yugo escrito en la sangre del Calvario. El Nuevo Pacto no es otra cosa que Cristo mismo y su obra cumplida.  Cuando Dios dijo: "haré un nuevo pacto", estaba diciendo en efecto:  "Les daré a Cristo para que sea quien cumpla el pacto por ustedes.  Cumplirá la ley y morirá bajo su maldición."  Por tanto, el mensaje ha venido a ser: "Consumado es", en vez de, "haz o morirás".  El Nuevo Pacto es gracia... no obras.

 ¿Cuáles, pues, son las "leyes" a que se refiere Hebreos 8:10? ¿Exactamente cuáles son las leyes que el Espíritu Santo escribe en el corazón de un creyente del Nuevo Pacto?  Estas leyes, en lo que a su contenido se refiere, son básicamente las mismas leyes morales que fueron escritas en las Tablas de Piedra.  Hebreos 8:10 no habla de grupos distintos de leyes que se contradigan, como si hubiese "dos tipos de moralidad".  La moralidad del Nuevo Pacto no destruye la verdadera moralidad requerida por las leyes del Antiguo Pacto.  Lo que sí hace es: llevar esa moralidad a un nivel más alto.  Es cierto que Cristo añade leyes que a Moisés le era imposible dar; pero, aun así, no quiere decir que Cristo contradiga a Moisés(13).

 Hebreos habla de dos motivaciones distintas que surgen de dos tipos de pactos distintos.  2 Corintios 3 es el comentario del Espíritu Santo sobre Hebreos 8:10.  Ninguno de estos dos pasajes enseña que Dios va a "tatuar" las palabras literales del Decálogo sobre nuestros corazones.  Ambos pasajes hablan del efecto poderoso de la regeneración, que produce una actitud nueva y diferente hacia Dios.  Estos pasajes ilustran la remoción del corazón de piedra, que abominaba las Tablas de Piedra y todo lo que representaban. Describen el efecto de la regeneración, que reemplaza el corazón de piedra por uno de carne.  El nuevo corazón de carne ama todas las leyes reveladas de Dios -no sólo un breve código- por la sencilla razón de que ama al nuevo Dador de la Ley, Jesucristo, quien nos enseña dichas leyes.

 La diferencia no estriba en los deberes específicos requeridos, sino en la diferencia entre la ley y la gracia como pactos.  A veces es la diferencia entre deberes idénticos, impuestos desde afuera por medio del temor y la fuerza -como es el caso bajo el Antiguo Pacto- o constreñidos por amor desde el interior por un corazón que se regocija en el Pacto de Gracia.  Estos dos pasajes describen la diferencia entre una conciencia bajo el viejo Ayo, (las Tablas de Piedra) y una bajo el nuevo Ayo, el Espíritu Santo, morador.

Notas del capítulo 5____________________________________

11 El escritor de Hebreos, tal como la profecía en Jeremías 31:33, establece más allá de toda duda que la referencia a "padres" en este pasaje es a los patriarcas. Hacer que estas palabras sean una referencia a los padres inmediatos de sus oyentes crearía una contradicción. Fue precisamente a estos últimos -"padres"- que Dios dio el pacto en el Sinaí.

12 John Bunyan, en un artículo excelente, corroborando la imposibilidad de que el Sábado del séptimo día pueda ser una "Ordenanza de la Creación". Que sepamos, nadie ha intentado refutar sus argumentos. Vea Questions about the Nature and Perpetuity of the Seventh-Day Sabbath" por John Bunyan. The Works of John Bunyan, Vol. II, p. 359-387, Baker Book House. También, Is Sunday the Christian Sabbath? por Dr. Robert Morey.

13 Hemos discutido este tema en el libro Pero yo os digo que muestra cómo Cristo sobrepuja y reemplaza a Moisés como el nuevo Dador de la Ley. Cristo cambia algunas leyes mosaicas; unas las eleva, otras las descarta, y hasta añade algunas totalmente nuevas. Aun así, no contradice a Moisés como si hubiera estado equivocado. (Distribuye: Sound of Grace, P.O. Box 185, Webster, NY 14580)

  


 
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