A continuación le presentamos un breve ensayo escrito por el hno. David Surpless y publicado en forma de folleto por "Ministerios Alabanza y Adoración" hace más de 10 años. Trata de manera muy específica, aunque breve, el tema de la música en la iglesia de Cristo. Ofrece una perspectiva bíblica que retará a todo cristiano a examinar su propio uso de este medio tan glorioso de la música que Dios ha dado a su pueblo para alabar y adorarle. Si deseara obtener este folleto ya publicado, sírvase pasar al Catálogo de Literatura.



"Cantad al Señor"

"Cuando Cristo Canta En Nuestro Medio"


  Cuando Dios formó al hombre en alma viviente (Génesis 2:7), incorporó en esa criatura, hecha a su imagen, una naturaleza espiritual perfectamente capacitada para adorar, honrar y gozarse de su Creador. Aun la caída, que trajo muerte espiritual y separación de Dios, no anuló la capacidad humana para adorar espiritualmente, experimentar satisfacciones y sentir emociones y sentimientos espirituales.  Lo que sí ocurrió, como resultado del pecado, fue la corrupción y degradación de dicha capacidad.  Es por eso que la humanidad pecaminosa y espiritualmente muerta se ocupa en satisfacer su naturaleza espiritual y emocional sin comprender que, por causa de su pecaminosidad y deshonra al Dios Santo, sólo satisface su propio ego, y eso, temporalmente.

  Por el contrario, el hombre renovado espiritualmente ha sido capacitado por la gracia de Dios para usar esos dones de la creación de tal manera que no sólo trae gloria a Dios al adorarle, sino también verdadero gozo y satisfacción (emociones y sentimientos) como resultado de haber dado a Dios la honra y gloria debida.

  Sólo hay que leer las Escrituras para ver que Dios sí ha dado a su criatura –el ser humano– esas características que llamamos emociones o sentimientos.  El gozo es una emoción, igualmente lo es el celo y el odio.  Se nos enseña claramente que en la adoración al Señor hay gozo (Salmo 95:1-2).  También es cierto que se requiere el temor y la reverencia; ambas estarán presentes en la verdadera adoración.  Sin embargo, debemos cuidarnos de no oponer el temor y la reverencia contra el gozo.  El gozo es un estado espiritual genuino relacionado a la adoración a Dios, siendo la música y el cántico una de sus manifestaciones, particularmente en el cuerpo de Cristo congregado.

  La música es común a toda la humanidad en general.  Fuimos creados seres espirituales; la música es, en gran medida, un medio espiritual, por lo que a través de ella se manifiestan y se sienten emociones, sean en un contexto honroso a Dios o no.  Es por esto que los hombres que no están en Cristo pueden ser movidos profundamente por la música; ellos son creación de Dios, a pesar de que no le honran por no cantar a su gloria.  Los que conocemos a Cristo también somos creación de Dios y se nos ha dado, como su pueblo, ese medio especial para poderle adorar a través de la música y el cántico, especialmente en la congregación.  Debemos usar este medio al máximo de su capacidad dentro de las directrices bíblicas dadas.

  A veces, sin embargo, la música en la iglesia puede convertirse en un asunto muy subjetivo, aun volátil!  Las costumbres culturales y prejuicios –cosas que siempre afectan los gustos y estilos personales– pueden controlar lo que creemos y practicamos; eso lo sé.  Aun así, es necesario tener en cuenta las verdades objetivas que Dios nos ha dado en su Palabra acerca de este asunto de la música en la iglesia al considerar espiritualmente y con madurez aquellas áreas problemáticas y subjetivas, de haber alguna, que pudieran surgir.  Mi propia experiencia me ha mostrado cómo muchas iglesias se han privado de un medio de adoración gozosa tan especial y honroso a Dios a través del uso de este don, tal vez por el descuido en su estudio y aplicación de aquellas enseñanzas bíblicas relacionadas al mismo.  Otras usan la música más para entretener que adorar.

  Acaso tememos despertar, a través de la música, nuestras emociones y sentimientos?  Para algunos, ésto es algo muy sensitivo y problemático.  ¿Acaso igualamos el cántico sin emoción alguna con la santidad, y el que abunda en emoción con la carnalidad y el pecado?  Por el contrario, ¿igualamos automáticamente aquella música y cántico que excita nuestras emociones con la espiritualidad, la presencia y aprobación de Dios?  Estas preguntas legítimas han de ser hechas y contestadas si es que en nuestras iglesias hemos de llegar a conocer aquella música que edifica y en verdad honra a Cristo.  Cualquiera de estos dos extremos llevará al desastre.  ¿Por qué?, usted preguntará.  Porque ninguno de los dos reconoce estos dos hechos: primero, que el cántico lleno de gozo y emoción puede ser el fruto de un corazón en comunión con Dios; segundo, que el pecado ha afectado nuestras emociones a tal punto que "manifestaciones gozosas" podrían ser nada más que satisfacciones egoístas, interesadas y carnales.

  En una carta que recibí hace poco, un pastor me escribió y dijo que para él, la música, contabilidad y el uso de la imprenta en la iglesia eran todas igualmente útiles.  Es interesante que aquellos que de alguna manera procuran conducir su adoración congregacional según un modelo percibido en el Antiguo Testamento no logran comprender la importancia de la música, tanto instrumental así como vocal, en aquellos tiempos.  Algunos parecen sentir, al menos así lo expresan, que "la parte importante del servicio" es la "parte de la predicación," por lo que el tiempo designado para el cántico toma segundo lugar, es decir, la parte menos importante.

  ¿Podrá relegarse a un lugar menos importante y esencial en la vida de nuestra iglesia aquello que Dios creó en nosotros para capacitarnos para adorarle y gozarnos de su Persona, y que cuenta con la obvia aprobación de las Escrituras?  Isaac Watts creía que el cántico de alabanzas a Dios era una parte tan importante de la adoración en la iglesia que escribió lo siguiente:  "El cántico de alabanzas a Dios es la parte de la adoración más intimamente relacionada al cielo; sin embargo, su ejecución entre nosotros es la peor sobre la tierra."

  No estoy diciendo que la enseñanza de la Palabra sea de menor importancia que la música, –Dios me libre de tal cosa– sino por el contrario, que el uso correcto y bíblico de la música es una parte igualmente legítima y necesaria de la verdadera adoración.  Es más, las alabanzas musicales pueden ser, para la congregación, el tiempo de alabanza más expresivo del culto en el cual elevan sus voces –bien afinadas o no– para cantarle al Señor.  ¿Estamos de acuerdo?  Repito: tiene que haber lugar para la subjetividad.  Todo estilo musical no será necesariamente el más apropiado o decoroso para la adoración en la iglesia.  Muchos estilos de música se prestarán como piedra de tropiezo para algunos, o aun muchos, en la iglesia.  Algunos estilos podrán hacer que el adorador se sienta demasiado identificado con la música del mundo (¡sí, hay tal cosa!) haciendo que no "sienta" un espíritu de adoración ante el Señor.

  Nuestro mundo es muy amplio; las culturas son muchas y los estilos de música aún más.  Los cánticos "espirituales" de los negros del sur de los EE. UU. serán mundanos para algunos, música celestial para otros.  La música al estilo "country" (campesina) enfermará algunas almas; sin embargo, conozco a un querido hermano en Cristo que escribe y canta himnos con ese sabor de "country" y la realidad es que me son de mucha bendición.  En esta area de subjetividad, mucho dependerá tanto de los fundamentos culturales como muchos otros factores también, y éstos ejercerán cierto peso sobre los criterios musicales de una iglesia.  Aun así, en las Escrituras hay principios objetivos definitivos dados para guiarnos en nuestro uso de la música en la iglesia.  Veamos algunos de éstos.

  En primer lugar, regresemos a los tiempos del Antiguo Testamento para ver qué principios hallamos allí.  En 2 Crónicas 29 encontramos a Ezequías restableciendo la adoración en el templo.  Vemos que tanto los sacerdotes, así como la multitud, estaban envueltos en la adoración y la música, ya fuese instrumental o cantada.  Tal parece que se hizo gran estruendo, todo parte integral de su adoración a Dios.

  En Nehemías 12 leemos acerca de la dedicación de los muros de Jesuralem.  Allí también, según se nos dice, la música fue un factor importante en la adoración a Dios, ya instrumental como vocal.  El estruendo gozoso de los adoradores fue escuchado desde lejos, dicho gozo habiéndoles sido dado por un Dios aprobador.

  Sólo tenemos que leer el libro de los Salmos para encontrar numerosas expresiones de alabanza y cánticos al Señor.  Debe recordar que los Salmos no eran otra cosa que las palabras de alabanzas musicales del pueblo.  El Salmo 81:1-3 nos dice que cantemos con gozo.  También encontramos el uso de instrumentos musicales.  El Salmo 89:1 pone en alto el cántico eterno de las misericordias de Dios; el 92:1 nos invita a "alabar a Jehová y cantar salmos a su nombre".  El Salmo 98:1 nos invita a "cantar un cántico nuevo a Jehová", mientras que el 135:3 nos insta una vez más a "cantar salmos a su nombre".  Los Salmos 148, 149 y 150 tratan extensamente el tema de las alabanzas musicales al Señor, siendo el 150 el que nos da una larga lista de instrumentos contemporáneos a usarse.  Tenemos que admitir, ciertamente, que Dios dio la música a su pueblo como medio importantísimo en la verdadera adoración espiritual.

"Cantad a Jehová cántico nuevo..."
Salmo 98:1

  En I Samuel 16:14-23 se nos provee un especial discernimiento del poder de la música instrumental, afirmando así lo que ya hemos señalado acerca de nuestra más íntima naturaleza espiritual y el poder de la música para afectarla.  Tal vez alguien proteste:  "He ahí el peligro de la música; tiene poderes profundos; ¡cuidado!".  Un hermano en Cristo preguntó en una ocasión,  "¿Quemaremos el rancho para eliminar las ratas?".  Es decir, ¿ignoraremos la música y su poder, rehusando usarla salvo bajo condiciones controladas de canto lúgubre, temiendo dicho poder, o la aceptaremos como un don de Dios, procurando con su dirección y sabiduría utilizarla de tal modo que afecte a las almas para bien, trayéndolas a un sentido bendito de Su gloriosa presencia a través de una adoración apropiada y santa?

  Usted ya conoce la historia.  Saul era atormentado por un espíritu maligno enviado de parte de Dios.  El verso 16 nos dice que se buscó a un arpista con el propósito específico de ahuyentar a dicho espíritu maligno.  Observe que la partida de dicho espíritu no fue el resultado sorpresivo, inesperado, de la música de David, sino por el contrario, ¡el resultado anticipado aun desde antes de producirse la música del arpa!  Es importante observar que cuando un siervo recomendó buscar a dicho arpista, éste señaló que el hijo de Isaí, David, no sólo era arpista, sino también gozaba de la bendición de la presencia de Dios.  Esto es importante, pues esta presencia y bendición de Dios sobre la música de David será la causa directa del efecto de dicha música.  Vemos pues, que aun en aquellos tiempos, los hombres conocían los poderosos efectos de la música.

  Hoy día, tal parece que admitimos la existencia de dichos efectos poderosos, no obstante, echamos el asunto a un lado y evadimos las consabidas implicaciones, diciendo: "es música mundana y carnal, etcétera; por tanto, es del diablo".  ¿Cuándo llegaremos a comprender y experimentar que este poder espiritual de la música es algo creado por Dios –no obstante haya sido pervertido por Satán para sus propios fines– y es utilizable y aun deseable, dentro de límites bíblicos, para el bien espiritual del pueblo de Dios?

  Martín Lutero, quien tenía fuertes sentimientos favorables acerca del poder de la música y su valor e importancia en el cántico congregacional, dijo:  "La música es un don y una gracia de Dios, no un invento del hombre.  Por tanto, echa fuera al diablo y alegra a la gente.  Entonces, uno olvida la ira, impureza y otras maquinaciones". ¡Interesante observación! por no decir otra cosa.

  En lo que a experiencia personal se refiere –por la que Dios siempre recibirá toda mi alabanza, gloria y adoración– he sido dotado musicalmente por Dios, y a veces sé lo que es el ser afectado poderosamente por la presencia del Señor cuando toco el piano u otros teclados.  No es la música divorciada de las palabras sino, por el contrario, la unión de la música y letra que honra a Cristo que habla profundamente a mi alma y en ocasiones me mueve de tal modo que mis ojos, inundados en lágrimas, no ven claramente el teclado (algunos me dirán: "¡emociones carnales!").  Hace algunos años di un concierto de himnología cristiana en una iglesia en el estado de Louisiana, EE. UU..  Recuerdo vívidamente cómo durante dicho concierto, escuchaba ciertos sonidos provenientes del público presente.  Eran personas en lágrimas, sollozando... manifestaciones obvias de almas profundamente movidas.  Luego del concierto, algunos testificaron que habían sido bendecidos por Dios y edificados.

  Más recientemente, en una conferencia en el estado de Nueva York, luego de leer y explicar dos pasajes bíblicos del Nuevo Testamento relacionados al uso de la música en la iglesia, presenté un breve concierto de música sagrada entre medio de dos predicaciones.  Luego de finalizado el servicio aquella noche, un caballero se me acercó y, visiblemente emocionado, me contó lo siguiente.  "Hace poco asistí a un concierto de un conocido pianista evangélico.  Cuando concluyó dicho concierto, me fui del lugar espiritualmente vacío, impresionado sólo por su gran destreza técnica.  Esta noche escuché, recién llegado al servicio, que habría un concierto de piano más adelante.  Pensé dentro de mí: ¡oh no, otra vez lo mismo!  Pero, luego de que usted leyera las Escrituras y comenzara a interpretar los himnos, sentí, de una manera muy real, la presencia de Dios.  Dios habló a mi alma a través de la letra de los himnos y la interpretación musical en el piano.  Quiero que usted sepa, hermano, que Dios le usó para bendecir y edificarme esta noche."

  ¿Por qué comparto esto con usted?  ¿Para atraer gloria a mí?  ¡Un millón de veces no! ¡Dios me libre de tal cosa!  No soy tan altamente talentoso; mi técnica deja mucho que desear.  No obstante, a Dios sea la gloria, pues grandes cosas él ha hecho; implantó música en nuestras almas, capacitándonos para recibir grandes bendiciones a través de la música, muy particularmente cuando es unida a palabras edificantes de alabanza y adoración a él.  Habrá quien diga que tal uso de la música dentro de la congregación está fuera de orden, que eso sería convertir un servicio de adoración en una experiencia subjetiva.  Mi desacuerdo con tal tipo de opinión descansa en el hecho de que la música es de Dios, dada por él para ser usada en la iglesia.  Diré aún más: cuando en nuestras iglesias usamos la música piadosa y espiritualmente, ¡Cristo mismo está presente, cantando y compartiendo con nosotros!.  ¿Acaso le sorprende ésto?  Veamos lo que nos dicen las Escrituras.

"En medio de la congregación te cantaré..."
Hebreos 2:12

  En Hebreos 2:12 leemos una cita del salmo mesiánico, 22, que dice:  "Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te cantaré himnos."  ¡Aleluya!  Aceptamos la promesa de Cristo de estar presente donde hay dos o más fieles congregados en su nombre.  ¿Estamos conscientes de que cuando cantamos en la congregación él también canta con nosotros?  Ese es el significado de esas palabras.  ¿Cómo es que podemos cantar melancólicamente, como en canto fúnebre, cuando Cristo está cantando junto a nosotros?  ¿Acaso no se inunda su alma de gozo al considerar la realidad de la presencia de Cristo en usted?  ¿No siente usted profundas emociones cuando este gozo se apodera de usted y le mueve a alabarle?  ¿O es que usted teme que sentir tales emociones es algo pecaminoso?

  Permítame ser meridianamente claro en esto:  Si usted usa la música como un medio para buscar y obtener una "emoción", en nada difiere del pecador motivado por sus emociones.  Por el contrario, si usted "siente" emoción gozosa por estar consciente de la presencia de Cristo, aun su cántico lo demostrará.  ¿Por qué un hijo de Dios querría apagar tal espíritu de cántico gozoso en la presencia de Dios?  Sin embargo, es una triste realidad que muchos cristianos creen que adoran correctamente al Señor cuando conscientemente ahogan y suprimen este gozo que es según Dios, ¡temiendo que pudiera ser una manifestación pecaminosa de la carne!

  Cristo está presente dondequiera hay dos o más adorándole. ¡Qué glorioso!  ¿Y por qué están reunidos esos dos, tres o más en su nombre?  ¿Acaso no se nos ha dicho que no debemos descuidar nuestra congregación?  Por supuesto que sí. Hemos de congregarnos para adorarle y aprender de él.  ¿Estaríamos de acuerdo en que una de las metas principales de nuestra adoración como cuerpo es la edificaón mutua... la edificación en nuestro Señor?

"Hablando entre vosotros con salmos..."
Efesios 5:19

  Lea Efesios 5:19 y Colosenses 3:16.  ¿Ve usted en estos textos la importancia de la música, aun para enseñar y edificar?  "Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones..."  "La palabra de Cristo habite ricamente en vosotros, enseñándoos y amonestándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos, himnos y cánticos espirituales."

  Yo amo esos versículos, ¿y usted?  ¡Hay un verdadero proceso de enseñanza y amonestación que ha de ocurrir mientras cantamos y Cristo canta con nosotros!  ¿Cuántas veces estamos conscientes de este ministerio cantado?  Tal vez nos preguntemos: "si estoy cantando palabras escritas en un himnario que está en mis manos, ¿cómo puede eso edificar a mi hermana y hermano?  ¿Pregunta legítima!, diría yo. 

  No tengo una respuesta absoluta, sin embargo, me parece que se coloca gran peso de responsabilidad en la actitud de nuestro corazón tanto hacia Cristo como a mi hermano y hermana.  Mientras mi mente, y por tanto, mi alma, entona las palabras, he de estar consciente de su significado y su comunicación de la verdad, deseoso de que mi propia alma, así como la de mi hermano y hermana, sea afectada espiritualmente por dichas verdades.  Cuando lleguemos a ver el cántico no como una experiencia emocional deseada, sino un ministerio de mutua edificación, entonces nuestro uso de este medio musical dado por Dios será bíblico y cosecharemos los verdaderos beneficios espirituales por haberlo usado propia y plenamente.

"Enseñándoos y amonestándoos unos a otros...
cantando con gracia en vuestros corazones... salmos, himnos y cánticos...
"
Colosenses 3:16

  ¿Puede ver usted cómo encaja aquí el que Cristo cante con nosotros?  La edificación viene a través de su Palabra; su Espíritu enseña dicha Palabra a nuestro corazón, glorificando así al Hijo en Su misma presencia dentro de la congregación, a la vez que nosotros cantamos sus edificantes alabanzas!  ¡A la verdad, es tan glorioso y precioso que se dificulta su explicación, no obstante lo glorioso de la experiencia!  Y en realidad, es así, porque las Escrituras así lo enseñan.

  Este ministerio musical de edificación es caracterizado en su aspecto melódico por los Salmos, himnos y cánticos espirituales; obviamente una gran variedad y ciertamente no limitado a uno en particular para la exclusión de los demás, tal como acostumbran algunos.  En lo que al contenido textual de estas melodías concierne, leemos las palabras "sabiduría" y "enseñanza", claramente un énfasis en un sano contenido bíblico.

  Tal contenido bíblico, sea a través de citas directas, paráfrasis o rendimientos temáticos de testimonio personal, expresiones de gozo o la formulación de oraciones a Dios, sólo será honroso a Dios si comunica fielmente la verdad de la Palabra.

  Todo aquello que se relaciona al contenido textual de los Salmos, –al ser parafraseados o citados parcialmente– himnos y cánticos espirituales es de extrema importancia.  No importa cuan religiosamente sentimental sea un cántico –y muchos son precisamente así– hemos de estar dispuestos a rechazar su uso si su contenido textual no es bíblico.  Esta debería ser la conclusión obvia si es que vamos a entender el ministerio de enseñanza y edificación del cántico congregacional.

  Como ya hemos indicado, la letra de nuestro cántico al Señor ha de comunicar la verdad de la Palabra de Dios.  Sólo la verdad nos podrá librar, santificar y capacitar para crecer en el Señor.  El salmista nos exhorta a que cantemos con entendimiento (un salmo didáctico); en Proverbios se nos instruye que busquemos sabiduría e inteligencia.  Cumplimos estas amonestaciones espirituales cuando activamente procuramos conocer la verdad de Dios y vivir en su luz, lo que incluye nuestro cántico al Señor.  Sólo la verdad nos puede exhortar y amonestar.  ¡Cuán gozosa es nuestra bendición cuando a través de nuestro cántico, nuestra alma, mente y labios son asegurados de que las palabras que fluyen de nosotros al Señor –y para el beneficio de nuestros hermanos– son honrosas a él porque comunican su verdad, a saber: sana doctrina.

  Hemos de estar dispuestos a examinar el contenido textual de nuestros himnos a la luz de la Palabra, prestos a descartar todos aquellos que son defectuosos y aprender aquellos que sean bíblicos.

  Reconozco favorablemente el deseo que tienen muchos de cantar Salmos en sus servicios.  A la verdad que ese es un uso válido de los Salmos, ya que fueron los "himnos" del pueblo del Antiguo Pacto.  No obstante, tenemos que comprender que la iglesia de Cristo tiene a su disposición una selección de material de enseñanza musical mucho más amplia; tenemos también, de acuerdo a Pablo, himnos y cánticos espirituales.  Cuidémonos de no rodearnos sólo con el cántico de los Salmos; de igual forma, evitemos cuidadosamente su exclusión.

  En cuanto al término "salmodiando", que aparece en Efesios 5, es importante notar que no sólo identificaba la entonación vocal de una melodía con letra, o texto, sino también la interpretación melódica en las cuerdas instrumentales (creo que podemos acertadamente aplicar ésto a diversos instrumentos, y no sólo a los de cuerda).  Ya que Efesios 5:19 también menciona "cantando", que obviamente se refiere a entonaciones vocales en general, tal parecería que el próximo término mencionado, a saber, "salmodeando" (hacer melodía) podría referirse a –o al menos dar lugar a ello– las entonaciones musicales del instrumento solo, aparte y separado del cántico simultáneo.  Estoy persuadido de que este aspecto debe ser considerado especialmente a la luz de que en el Antiguo Testamento Dios aceptaba con gran satisfacción las ofrendas melodiosas de una gran variedad de instrumentos cuando éstos eran tocados para su gloria.

  En conclusión, debemos señalar que, basado en las enseñanza bíblica, una de las actividades principales de la Nueva Jerusalem, el cielo, será nuestro cántico al Cordero que fue inmolado.  Habiendo enseñado el libro de Apocalípsis varias veces, una de las realidades que jamás cesa de maravillarme es el hecho de que, ¡usted (el creyente) y yo vamos a estar ocupados eternamente en la alabanza a nuestro Señor y Salvador!  ¡No veo que habrá predicación en el cielo; ya no necesitaremos la fe, no importa cuán precioso don nos sea ahora!  Apocalipsis 15:3, entre otros pasajes, nos habla del cántico... cantando la canción de Moisés y del Cordero.

  Examinemos la manera en que usamos la música en nuestra adoración.  Todos usamos la música, pero,  ¿lo hacemos en su alcance mayor y lugar apropiado?  Tal vez tememos convertirnos en carismáticos.  ¡Cuántas veces la iglesia visible ha perdido bendiciones presentes por reaccionar sobremanera a diversos extremos?  Demasiadas personas se mueven de un extremo a otro. Mantenerse neutral también podría ser peligroso.  El que una costumbre o práctica honre a Cristo no se determinará por la "izquierda, derecha o centro", sino por nuestra obediencia a la enseñanza y el ejemplo bíblico.

  Démosle a la música su lugar bíblico en nuestras iglesias. Cantemos un cántico nuevo al Señor.  Que nuestro cantar sea reverente, en el temor de Dios; que también sea gozoso, ya que cantamos no a un líder muerto sino a un ¡Salvador viviente y entronado!  Cuidémonos de las imitaciones engañosas, peligrosas de la música del mundo, no olvidando que Dios es no sólo el Creador de la música, sino también Aquel que nos formó en seres musicales, -el diablo sólo pervirtió lo que Dios hizo bueno- por lo que es nuestra para usar gozosa y bíblicamente.  No reemplacemos con música la Palabra; por el contrario, asegurémonos de que nuestra música siempre comunique la Palabra.  ¡Así sabremos sin duda alguna que Cristo está cantando en medio de nuestra congregación!

  ¡Amén!

Escrito por David M. Surpless y publicado en el 1994, 1995 por
Publicaciones Voz de Gracia en Toa Baja, Puerto Rico



 
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